Las 15 mejores oraciones de Santa Brígida para un año de fe y devoción
Sometidas a modificación de acuerdo al dictamen del decreto fechado el 15 de noviembre de 1966, aparecido en la publicación oficial Acta Apostolicae Sedis, volumen 58, número 16, con fecha 29 de diciembre de 1966.
Guía para practicar las plegarias de Santa Brígida
“Querido Jesús, mi amado y fiel amigo, trasmite tu amor a mi corazón herido, permitiendo que mis lágrimas de arrepentimiento, dolor y amor, sean el alimento constante en mi día a día. Te pido que me transformes completamente a tu imagen, para que mi ser sea tu hogar eterno, y mis palabras siempre sean de tu agrado. Y cuando llegue el momento final de mi vida, deseo ser merecedor de tu paraíso y así alabarte por toda la eternidad junto a tus santos. ¡Confío en ti!”
“Mi dulce Jesús, luz eterna para aquellos que te aman, alegría suprema que supera toda felicidad y ansia, esperanza y salvación de los pecadores. Tú, que has demostrado no tener mayor satisfacción que estar entre los seres humanos hasta tomar nuestra naturaleza en la plenitud del tiempo, por amor a nosotros. Recuerda los sufrimientos que soportaste desde el momento de tu concepción y especialmente durante tu santa pasión, todo de acuerdo con la voluntad divina que había sido predeterminada desde la eternidad. Señor, en memoria de la última cena con tus discípulos...”
“¡Oh Jesús, mi libertador y Redentor! Rey de la alegría y del paraíso eterno, ten siempre en mente el temor y la tristeza que experimentaste cuando tus enemigos te rodearon como feroces leones, atormentándote sin piedad con insultos, escupitajos, latigazos, arañazos y otros inimaginables tormentos. Por tu dolor y humillación, te imploro, mi Salvador, que me libres de mis enemigos visibles e invisibles, guiándome a la perfección de la salvación eterna bajo tu protección. ¡Así lo deseo y así sea! ”
Novena oración
¡Oh, Jesús, Virtud Real y Gozo del alma! Os imploro que recordéis el Dolor que experimentasteis al acercarse la Muerte, sumergido en un Océano de Amargura. ¡Cuánto sufristeis al ser insultado y ultrajado por Vuestros verdugos! Con una voz angustiosa, clamasteis a Vuestro Padre Celestial: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Os pido, ¡oh, nuestro Salvador! que en aquellos dolorosos momentos finales de Vuestra Pasión, no me abandonéis durante los terrores y dolores de mi muerte.Décimo cuarta oración
¡Oh, Jesús Doliente! ¡Oh, misteriosa Segunda Persona de la Trinidad, Esplendor y Representación de Su Ser! Recordemos cuando, con gran Voz, entregasteis Vuestra Alma a Vuestro Padre Celestial, diciéndole: «Padre, ¡en Tus Manos encomiendo mi espíritu!». Aunque Vuestro Cuerpo fue desgarrado y Vuestro Corazón destrozado, Vuestra Misericordia quedó abierta para redimirnos. Así fue como expirasteis, ¡oh, Infinito Amor!
Con Vuestra Dolorosa Muerte, os suplico, ¡oh, Rey de Santos y Ángeles!, que me fortalezcáis y ayudeis a resistir al mundo con sus errores, a Satanás con sus traiciones y a la carne con sus vicios. Que así, al morir a los enemigos de mi alma, pueda vivir solo para Vos. Por eso, Os ruego, ¡oh, Querido Redentor y Salvador!, que a la Hora de mi muerte, aceptéis mi pobre alma desterrada, que regresa a Vos.
Motivos de la oración de Santa Brígida
Una joven llena de inquietudes desde su infancia, recibió la aparición de Jesús quien le encomendó una oración que otorga frutos a las heridas que él sufrió por amor a nosotros. La cruz es nuestra salvación y estas 15 plegarias son su materialización más potente.
Jesús confió a santa Brígida: "Mi cuerpo recibió 5480 golpes. Si deseas honrarlos con veneración, reza durante un año 15 Padre Nuestro, 15 Ave María y las siguientes oraciones que te enseñaré... Al finalizar el año, habrás venerado cada una de mis heridas".
Esta promesa asegura un lugar cercano al Padre para aquellos que reciten estas plegarias durante un año, reviviendo la agonía de Cristo en la cruz. Además, estas 15 oraciones rescatarán a 15 almas del purgatorio, confirmarán a 15 justos y transformarán 15 corazones.
Quinta oración
¡Oh, Jesús! ¡Oh, Esplendor de la Eternidad!Recordad cuando contemplasteis en la Luz de Vuestra Divinidad las almas de los predestinados, que serían rescatados por los Méritos de Vuestra Sagrada Pasión. También visteis a aquella tremenda multitud que sería condenada por sus pecados. ¡Cuánto Os quejasteis por ellos! Os compadecisteis, ¡oh, Buen Jesús!, hasta de aquellos réprobos, de aquellos desafortunados pecadores que no se lavarían con Vuestra Sangre ni se alimentarían con Vuestra Carne Eucarística.Por Vuestra Infinita Compasión y Piedad, y acordándoOs de Vuestra Promesa al buen ladrón arrepentido, al decirle que aquel mismo día estaría con Vos en el Paraíso, ¡oh, Salud y Alimento de nuestra alma! Mostradme esta misma Misericordia en la Hora de mi muerte.Décimo quinta oración
¡Oh, Vencedor de la Muerte!, ¡Vid Verdadera y Fructífera!
Recordad aquel torrente de Sangre que emanó de cada parte de Vuestro Bendito Cuerpo, como el zumo de la uva al ser exprimida en el lagar.
Desde el lugar de la Flagelación y a través de las calles de Jerusalén, por toda aquella Vía Dolorosa hasta la Colina Sagrada, Vuestra Sangre derramada escribía las Bellas Páginas de la Historia del Corazón que más nos ama… ¡El Vuestro!
Recordad cómo la Tierra, agradecida pero también aterrorizada, recibía Vuestra Preciosa Sangre. Toda la Naturaleza, estremecida de horror, y los cielos temblaban, los Ángeles y hasta los demonios se sorprendían ante ¡aquella increíble escena! ¡Un Dios entero moría! ¿Qué era aquello? ¿Qué sucedía? Aquel primer Viernes Santo, ¡oh, Jesús!, ¡abríais el Cielo para la Humanidad pecadora!
Por tres largas horas, Vuestro Cuerpo colgó de la Cruz. Sufriéndo un dolor agudo, presentabais un aspecto doliente y triste. Vuestra Sangre seguía manando, recorriendo aquella ya seca y coagulada. Y a todo esto se le unían el polvo y la tierra del camino…
Séptima oración
¡Oh Rey de Reyes! ¡Fuente inagotable de compasión!
Recuerda cuando experimentaste esa inmensa sed por las almas, que te llevó a gritar desde la Cruz: ¡Tengo sed!
No solo tenías sed física, sino una sed insaciable por la salvación de la humanidad.
Por ese acto de amor hacia nosotros, te ruego, ¡oh Prisionero de nuestro amor!, que enciendas en mi corazón el deseo de buscar siempre la perfección en todas mis acciones, que apagues en mí la concupiscencia de la carne y los deseos por los placeres mundanos.
Duodécima oración
¡Oh, Jesús! Siempre os recuerdo como la Eterna Verdad, el símbolo Perfecto de la Caridad y la Unidad. Y en esta oración, os suplico que no olvidéis las heridas horribles que sufristeis en vuestro cuerpo por amor a la humanidad pecadora. Os convertisteis en un guiñapo humano, cubierto por vuestra Sangre Sagrada. ¡Qué intenso y profundo dolor tuvisteis que soportar por nosotros, oh dulzura infinita! ¿Qué más podrías hacer por nosotros que aún no hayas hecho? Lo has cumplido todo, nada falta.
Ayudadme, oh Señor, a mantener siempre presente en mi mente el recuerdo fiel de vuestra Pasión. De esta manera, renovaré continuamente en mi alma el Fruto de vuestros sufrimientos, y vuestro amor se hará cada vez más grande en mi corazón. Hasta que llegue el feliz día en que finalmente os vea en el cielo y me unan a vos, quien sois el tesoro y la suma total de todo beneplácito y bondad.