El arte y la muerte de la virgen Caravaggio en el Louvre

La despedida de la Virgen (titulada originalmente Morte della Vergine en italiano) es una célebre pieza del ilustre pintor italiano Caravaggio. Se trata de una obra en óleo sobre lienzo, creada en 1606, y actualmente custodiada en el Museo del Louvre en París bajo el nombre Une Mort de la Vierge. La magnitud y la concepción de esta pintura jugaron un papel decisivo en la formación de la escuela napolitana del siglo XVII.[1] Se ha establecido como el más profundo testimonio de fe en la Italia de la época.[2]

muerte de la virgen

Análisis Histórico y Artístico de la Muerte de la Madre de Dios

Sin duda, hablar de La muerte de la Virgen de Caravaggio, es hacerlo de la obra más polémica y controvertida del artista italiano. Durante su etapa de madurez, Caravaggio se enfrentó constantemente a la censura de sus obras. Esta situación se hizo evidente en famosos desencuentros entre él y sus clientes, como en el caso de su primer encargo para la capilla Contarelli en la iglesia de San Luis de los Franceses de Roma, donde realizó una versión de San Mateo y el ángel, o en su famosa obra La cena de Emaús, que ahora se encuentra en la National Gallery de Londres. Sin embargo, es innegable que el lienzo en cuestión era su obra más polémica.

Es importante tener en cuenta que durante el inicio del siglo XVII, el arte estaba sujeto a estrictas normas derivadas del Concilio de Trento. Es decir, el arte debía estar totalmente alineado con la doctrina católica y, por ende, se examinaba con detenimiento cada detalle. Debido a las amenazas del Protestantismo y diversas sectas en las ciudades, los censores de la curia desconfiaban constantemente y buscaban imágenes depuradas, claras y libres de cualquier indicio de herejía.

Sin embargo, Caravaggio no se amedrentó y continuó creando obras que tendían hacia lo naturalista, encantando a las masas. En sus pinturas, pocas veces se podían encontrar señales de divinidad, y en muchas ocasiones, los rostros de los santos retratados se asemejaban a rostros de personas comunes en la ciudad. De esta forma, sus obras solían ser más accesibles y cercanas al pueblo.

Análisis del cuadroeditar

El cuadro muestra a una persona muerta, la Virgen María, en un panel de gran tamaño. La temática de su muerte es un tema polémico dentro de la doctrina católica, ya que en la época de su creación no se había proclamado el dogma de la Asunción de María por parte del papa. Aunque exista un dogma que asegure su asunción en cuerpo y alma, no hay documentos que evidencien cómo fue su muerte, por lo que no se puede considerar como un dogma. Algunos pensaron que su fallecimiento fue una "dormición post mortem", en la cual Dios la resucitó y la llevó a...

El estilo de la pintura es similar al Entierro de Cristo en el Vaticano, ya que comparten un gran tamaño, sobriedad y un realismo fotográfico característico de la Contrarreforma. Las figuras tienen un tamaño casi real, siendo la Virgen María el foco principal de la obra. En ella, Caravaggio la retrata como una mujer común, sin adornos religiosos más allá de su halo que demuestra su santidad. A diferencia de otras representaciones de la muerte de la Virgen, aquí se nota claramente que está muerta, con sus pies hinchados y sin ningún elemento que indique su ascensión al cielo. Su mano apunta hacia el suelo, reforzando la idea de su muerte. Aunque se desconoce si sufrió dolor o no, queda en evidencia que...

Historiaeditar

Una obra cercana en el tiempo a la famosa Madonna con el Niño y Santa Ana (Dei Palafrenieri), la cual se encuentra actualmente en la Galería Borghese, es la que nos ocupa. Esta pintura fue encargada por Laerzio Cherubini, un reconocido abogado papal, para su capilla en la iglesia carmelita de Santa Maria della Scala, en Trastévere, Roma, en 1601.

Debido a su complejidad, esta obra no pudo ser terminada antes de 1605-1606. Sin embargo, su representación de la Virgen María causó escándalo y fue rechazada por la parroquia, que optó por colocar en su lugar un cuadro del mismo tema realizado por Carlo Saraceni. Ante esto, y siguiendo la recomendación del famoso pintor Pedro Pablo Rubens, quien la alabó como una de las mejores obras de Caravaggio, el cuadro fue comprado por el duque de Mantua, Vincenzo Gonzaga, por trescientos ducados. Antes de dejar Roma, se expuso en la prestigiosa Accademia di San Luca.

Tras permanecer en manos de los Gonzaga, la obra fue adquirida por Carlos I de Inglaterra y, luego de ser vendida en su subasta, pasó a manos del banquero Everhard Jabach. Finalmente, en 1671, fue comprada por el rey Luis XIV de Francia y pasó a formar parte de su colección.

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