Descubre cómo hacer una poderosa oración de petición guiada por el Papa
Durante su discurso, el Sumo Pontífice hizo hincapié en la importancia del acto de pedir, ya que es una característica inherente al ser humano al reconocer nuestra dependencia de la gracia divina, en lugar de ser seres autónomos.
La oración de petición
Petición, alabanza y acción de gracias son los pilares de la oración bíblica y cristiana. Estas formas no se oponen, sino que se complementan. La petición es clave en la oración ya que prepara y anticipa la acción de gracias, y por sí misma es una alabanza al reconocer a Dios como bueno y omnipotente, fuente de todo bien.
La alabanza y la acción de gracias nacen del corazón creyente, que después de haber pedido a Dios, no se atribuye a sí mismo el bien obtenido, sino que lo recibe como un don de Dios. Así, estos tres géneros de la oración forman un círculo virtuoso que fortalece nuestra fe y relación con Dios.
En la oración, la petición nos lleva a la acción de gracias, pues reconocemos que Dios escucha nuestras súplicas y nos bendice con sus dones. Y a su vez, la acción de gracias nos mueve a alabar y glorificar a Dios, reconociendo su bondad y poder en nuestras vidas.
Bajo la protección de Cristo
- En primer lugar, que oremos al Padre con la misma actitud filial de Jesús, siendo partícipes de su Espíritu (Gál 4,6, Rm 8,15, Ef 5,18-19).
- En segundo lugar, que pidamos por medio de Jesús, quien es nuestro Mediador (Rm 1,8,1,25, 2 Cor 1,20, Heb 13,15, Hch 4,30), tomando su papel de abogado para con nosotros (1Tim 2,5, Heb 8,6, 9,15, 12,24).
En palabras de la Biblia, «nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene» (Rm 8,26), y en muchas ocasiones lo hacemos incorrectamente (Sant 4,3). Sin embargo, gracias a Jesús, recibimos el Espíritu para que podamos pedir en su nombre. Como él mismo dijo: «cuanto pidiéreis al Padre os lo dará en mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre, pedid y recibiréis, para que sea cumplido vuestro gozo» (Jn 16,23-24).
Esta forma de pedir en el nombre de Jesús implica tener la voluntad de que se cumpla la del Padre en nosotros, en lugar de la nuestra (Lc 22,42). También significa pedir con sencillez, tal como él nos enseñó a hacerlo: «orando, no seáis habladores como los gentiles, que piensan...».
Rezo de los sencillos
Abrir nuestro corazón a Dios: la actitud humilde para recibir sus donesAl pedirle a Dios, nos abrimos con humildad a recibir todo lo que Él desea otorgarnos. Sin embargo, el soberbio se aferra a su propia autosuficiencia, sin siquiera considerar pedir ayuda, excepto como último recurso cuando todas sus estrategias fallan y la necesidad apremia. Y aún en ese caso, lo hace de forma egoísta, imponiendo sus propios plazos y métodos. Por el contrario, el humilde lo pide todo, en todo momento y la oración de petición se convierte en la guía de todas sus acciones. Al igual que el aire que respira, su alma siempre está pidiendo a Dios. Esta actitud es la que nos permite entrar en el Reino de Dios, ya que Él desea que seamos como niños en su presencia, y los niños...La humildad es recompensada por los dones divinos
"Dios se opone a los orgullosos, pero favorece a los humildes" (Proverbios 3:34, 1 Pedro 5:5, Santiago 4:6), aquellos que le buscan. Son los humildes, quienes viven con gracia en la humildad, los que pueden recibir grandes regalos sin enorgullecerse, ya que esto los alejaría de Dios. Por medio de la humildad, que se manifiesta en la constante súplica en la oración, somos preparados para recibir los dones que Dios desea otorgarnos. Por eso, los humildes piden y crecen rápidamente en la gracia, con sencillez y seguridad. Y es que, "Dios resiste a los orgullosos y da su gracia a los humildes".
Oración siempre eficaz
La oración de petición es un poderoso medio para crecer en Cristo y librarse de todos los males. Su eficacia es infalible, ya que va más allá de nuestras fuerzas y méritos, y se basa en la bondad y misericordia de Dios. Cristo mismo nos aseguró: "pedid y recibiréis" (Jn 16,24, +Mt 21,22, Is 65,24, Sal 144,19, Lc 11,9-13, 1Jn 5,14).
Dios siempre responde a nuestras peticiones, aunque puede que no sea en el tiempo y de la manera que esperábamos. Incluso Cristo, en su angustia, oró con "poderosos clamores y lágrimas al que era poderoso para salvarle de la muerte", siendo escuchado (Heb 5,7). Aunque su petición de no sufrir en la cruz no fue concedida, Dios respondió de una manera más sublime al resucitarlo de entre los muertos. "Dios, rompiendo los lazos de la muerte, lo resucitó" (Hch 2,24).
Pidamos con audacia
Pidamos con confianza al Señor, como hijos audaces. Anteriormente he relacionado la oración con la respiración, y pedir con el acto de aspirar. Por eso, recordemos que debemos aspirar a los más altos dones (1Cor 12,31). Implorémosle la santidad, la fuerza apostólica, la paciencia ilimitada, la conversión de un ser querido pecador, etc. Todo aquello que nuestra fe nos enseña como bien deseable. No nos limitemos y cohibamos a la hora de pedir, solicitando solo aquello que consideramos casi alcanzable pero que aún no conseguimos. Tengamos en cuenta que lo que es imposible para el ser humano es posible para Dios.
Recordemos a Dios que nos ama y nos cuida como a sus hijos. Como tal, no hay necesidad de sentirnos intimidados al acudir a Él con nuestras peticiones. Debemos tener en cuenta que Él conoce nuestros deseos y necesidades antes incluso de que seamos conscientes de ellos. Además, nuestras súplicas son escuchadas y atendidas con amor infinito. No tengamos miedo de pedir grandes cosas a nuestro Padre celestial, porque Él desea lo mejor para nosotros.
La oración es un diálogo con Dios, nuestro Padre amoroso. Por eso, pidamos con confianza y con el corazón abierto. No tengamos reparos en expresar nuestros anhelos más profundos y nuestros temores más oscuros. Dios conoce todas nuestras debilidades y flaquezas, pero también conoce nuestro potencial y nuestra capacidad para superar obstáculos. Por eso, no dudemos en pedirle ayuda y fuerza para enfrentar los desafíos de la vida.
Pidamos a Dios con fe y con conciencia de quiénes somos. Sabemos que no somos perfectos, pero también reconocemos que Dios es la perfección en sí mismo. Por eso, debemos aspirar a estar más cerca de Dios, a ser más como Él. Él nos conoce mejor que nadie, y siempre nos brindará aquello que es mejor para nosotros. No dudemos en pedirle su guía y su amor incondicional, porque sólo de esta forma podremos alcanzar la verdadera felicidad y plenitud.
La oración primordial
La oración de petición en el cristianismo
Los Salmos, el Padrenuestro y la Liturgia son las más altas formas de oración para los cristianos, en las cuales la súplica está siempre presente. Podemos considerar a la oración de petición como una parte primordial de la comunicación con Dios.
Así como la respiración es esencial para nuestro cuerpo, la petición y la alabanza son fundamentales en la oración cristiana. Debemos dar gracias a Dios en todo momento y orar sin cesar, manteniendo una comunicación constante con Él.
En nuestra jornada espiritual, la oración de petición debe ser como la proa de un barco, siempre adelante. Si queremos crecer en virtudes como el amor fraterno, el perdón, la paciencia o la pureza, debemos pedir a Dios humildemente, reconociendo nuestra debilidad y confiando en su gracia para fortalecernos. Sin Él, nada podemos hacer.
Que la oración de petición sea siempre un esfuerzo voluntario, unido al deseo de alcanzar aquello por lo que pedimos a Dios.
Oración menospreciada
La importancia de la oración de petición en la fe cristianaPuede resultar sorprendente, pero existe un gran número de cristianos que desprecian la oración de petición, creyéndola inferior e incluso peligrosa. ¿Cómo ha podido surgir tal error tan lamentable? Sin duda, el modernismo progresista, pelagiano y evolucionista, ha sido su principal fuente de propagación, llevando a la apostasía como consecuencia.
Es común escuchar que no es necesario pedir a Dios, ya que Él nos ama y conoce nuestras necesidades (Mt 6,32). Al insistir constantemente en nuestras peticiones, podemos caer en el egocentrismo y construir un dios a nuestra medida, que se supone debe estar a nuestro servicio. Sin embargo, el cristiano logra entender que el desarrollo personal y universal sigue su curso inexorable, y la oración de petición no puede detenerlo ni cambiarlo. Por ejemplo, si la lógica de la evolución histórica dicta que debe haber una guerra, orar por la paz sería inútil. De esta forma, la petición orante se convierte en un obstáculo para el esfuerzo consciente del hombre.
Todas estas creencias van en contra de la fe, la Sagrada Escritura, la enseñanza de Cristo y la doctrina de la Iglesia. Como bien lo expresan el lema "Ora et labora" de las naciones cristianas, estas han logrado los avances más notables en todas las dimensiones de la historia de la humanidad. Por otro lado, es necesario mencionar que la apostasía de los pueblos cristianos, especialmente en el mundo occidental, ha conllevado a los peores males sufridos por la humanidad. Este trágico hecho confirma la grandiosidad del pasado cristiano y en palabras sencillas, "lo mejor de lo mejor puede convertirse en lo peor de lo peor".